miércoles, 19 de junio de 2013

Derek Jarman y el jardín de Prospect Cottage

Comienzo a escribir este blog proponiéndoos un pequeño extracto del texto titulado ”Surgir en la nada: Derek Jarman y el jardín de Prospect Cottage” (de ahí el nombre del blog) . Lo redacté para el catálogo de la exposición Cabañas para pensar, organizada por la Fundación Luis Seoane (A Coruña) en 2011 y comisariada por Alberto Ruiz de Samaniego y Alfredo Olmedo. La muestra consistía en un recorrido (a través de fotografías de Eduardo Outeiro, herbarios, maquetas y textos) por las cabañas de autores como Martin Heidegger, Edvard Grieg, Derek Jarman o Virginia Woolf, entre otros. Se trataba de realizar una reflexión y análisis de estos “espacios para pensar” en relación con la propia obra de aquellos autores:
 
Fotograma del film The garden ( Derek Jarman ,1990), obra en la que Jarman
utiliza como escenario su propio jardín de "Prospect Cottage".
                                                             
Jarman fue creando así un jardín “imposible”, sobre un terreno pobre, con abundantes pedruscos y escasa vegetación. Al ajardinar aquel lugar, este cineasta propone una “escenificación” personal a aquella superficie, a partir de las variedades que aquel entorno y sus condiciones ofrecen. Trabajo de atrezzo al que hay que sumar su vocación escultórica. El director no sólo “modela” con plantas su jardín, sino que también ubica esculturas (de materiales diversos) en él. Detrás de la casa, en la zona más informal y azarosa, utiliza metal y madera: grupos de sacacorchos oxidados, anclas de la playa, una vieja ventana... En la parte frontal de la casa destacan las formas geométricas, circulares, con grava fina, piedras de distintos tamaños y conchas del mar. De manera que la importancia de la piedra y de la grava se multiplica con la suma de sus esculturas, en las que las piedras que utiliza para aquellas, ejercían para Jarman un misterioso poder de atracción. El jardín, entonces, comienza a crearse paulatinamente, a medida que Jarman combina su gusto pictórico (y escultórico), su experiencia en jardinería y sus convicciones ecológicas, al incorporar a su terreno una madera vieja que sirve de tutor a un rosal silvestre o unas piedras que protegen plantones de Crambe marítima. De la combinación de la grava y la piedra “escultórica”, nace entonces una disolución de los bordes de su jardín con el medio que lo rodea para crear un nuevo paisaje, que combina esculturas de pedrusco, tablas que el mar arrastra hasta la playa, plantas y arbustos, viejas herramientas y otros elementos introducidos por él mismo.

Fotografía de Eduardo Outeiro.

El “paraíso” de Jarman participa, pues, de la idea de “fusión” entre un jardín y su entorno. La ausencia de elementos que lo acoten acentúa la integración de éste con el paisaje que lo rodea, llegando a mimetizarse por completo con él (de ahí también la “inesperada” entrada que relata Beth Chatto). Es fundamental el hecho de que las plantas utilizadas sean en muchos casos nativas del lugar o, en su defecto, plantas indígenas que nacen a su alrededor y que aportan pinceladas de color a la inmensa llanura de grava. Un buen ejemplo son las amapolas que crecen al borde de la carretera, malvas o gatuñas, flores silvestres que “son algo difíciles de ver cuando uno es cegado por la inmensidad del cielo y la grava” y que el director introduce aquí para dar “continuidad al horizonte”. Derek Jarman integra en su jardín el mar, la grava e incluso la central nuclear, que se transforma por la noche en las luces de un pequeño Manhattan: “como no tiene vallas o fronteras, ¿quién puede adivinar dónde termina?” se pregunta el autor.

El jardín de Jarman es en realidad todo Dungeness, un conjunto indivisible en donde cada elemento tiene su función. En su actividad como jardinero-paisajista, por lo tanto, podemos reconocer numerosos indicios que apuntan a la experimentación que lo caracteriza como cineasta. En el fondo subyace el tema de una creatividad multiforme en la que se vislumbra, tanto su conocida faceta como realizador cinematográfico, como su doméstica labor de cuidado del jardín.
Fotografía de Eduardo Outeiro.

Con respecto a lo mencionado en el texto sobre Beth Chatto:

Chatto se encontraba ocupada observando, entre otras, especies de Crambe maritima o Teucrium scorodonia, cuando de repente se vio rodeada de santolinas, amapolas y clavelinas. Era el jardín de Dereck Jarman, al que había llegado de manera fortuita en busca de inspiración para el que sería su célebre Jardín de grava.

Posteriormente esta paisajista diría con respecto a aquel lugar:

Después de haber visto las plantas que crecen en un ambiente tan hostil, dejo Dungeness con la renovada  determinación de seguir con mi experimento. Habrá decepciones y fracasos, pero cada día siento asombro y alegría por lo que las plantas pueden hacer si se les da una oportunidad…”

Si os interesa leer el artículo entero u otros textos de la exposición os recomiendo el catálogo Cabañas para pensar , publicado en 2011 por Maia ediciones. 




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